Durante la Copa del Mundo del 2003 en Isla Reunión, algunos pilotos locales aprovechaban el final de la jornada para volar tranquilamente al atardecer y aterrizar en la playa de Saint Leu a orillas del Océano Indico. La quietud y laxitud tropical y una suave brisa, invitaban a flirtear y jugar con las velas.