Al fin Eolo se portó, o por lo menos nos dio un pequeño respiro. Nos miró desde sus aposentos en el Olimpo y decidió hacernos una gracia a nosotros pobres mortales.
El sábado pasado logré volar. ¡yupi! ¡yupi! Que bien. La orientación tampoco es que fuera la ideal pero pudimos quitarnos las telarañas de nuestras entrañas y de las del parapente.
Ver a algunos colegas que hacía tiempo que no veía y disfrutar jugando con el viento. Llegas al sitio que tanto quieres, es dificil ser el primero, siempre hay alguno más desesperado que tú. Lo ves en el aire y te excitas como la primera vez que besaste a la persona que amas.
Justo saludas a los colegas, ya habrá tiempo para hablar más tarde. Extiendes el parapente, te colocas el arnés y toda la parafernalia de rigor y sales a volar. Ya estás en el aire, ya estás en tu verdadero ambiente, ya estás con tu verdadero yo. No dejas de generar adrenalina, eres un drogadicto, eres feliz.
Mira a la gente que pasea, te sientes superior, incluso intentas hacer alguna maniobra, disfrutas.
Todavía las tardes son cortas, anochece pronto, te resistes a bajar, quiers apurar hasta la última gota de luz. Al fin logras recargar la pila para aguantar otro rato más en tu rutina diaria. Miras a tus amigos, todos tienen cara de felicidad.
Besos para todos y todas.
Que vuestros caminos no se tuerzan y vuestras térmicas sean inmensas.