La Comunidad Virtual de Parapente y Paramotor

No olvidemos para qué volamos.

por superop
30/8/2009

Aún recuerdo cuando para volar en parapente yo no necesitaba casi nada.

Mi vela, mi silla, ropa cómoda y un casco.

La pasión por estar en ese extraño medio que por alguna razón consideraba, y aún lo sigo haciendo, como mi verdadero hogar.
Los años van pasando, y ahora resulta curioso ver lo especializado de los monos de vuelo, las distintas clases de sillas, los complejos instrumentos de navegación; cualquier catálogo de parapentes está lleno de siglas novedosas, de prestaciones y datos por doquier, cientos de modelos… para pilotaje activo, para cross, para acro, para vuelo de altas prestaciones, para vuelo de iniciación…
Ya casi nadie se conforma con un planeo de cinco minutos descendiendo a primera hora de la mañana.
Los vuelos sin viento están relegados al olvido.
Cuando no hay posibilidades de aterrizar arriba, ya se califica de vuelo malo. Y más aún si no se ha superado la altura del despegue.
Yo, con mis ojos inquietos, veo eso cotidianamente, y no puedo evitar sentirme un poco desplazado, porque yo todavía aprecio el aterciopelado roce del rocío mañanero en la cara mientras desciendo volando por un valle frío, casi sin viento, respirando los olores que la incipiente mañana trae como forma de comunicarse conmigo.
Cierto es que esos vuelos son cada vez menos, que yo también me he instalado un poco en la comodidad de la placentera restitución despreocupada, o de las térmicas de por la tarde, que son mas maduras y relajadas.
A veces, también caigo en el juego de las cifras, de las prestaciones, me gusta ver qué hay en el mercado… comparo datos, gráficas… analizo un sondeo del NOAA para ver las previsiones de techo del día siguiente, con los ojos fríos que tendría un linotipista componiendo cualquier obra inmortal…Y entonces corro el riesgo de olvidar para qué vuelo realmente.

Quizá sea parte del riesgo que se corre al convertir algo excepcional en cotidiano.

Casi se me había olvidado qué es eso de que el hombre vuele. Lo que siempre ha perseguido nuestra especie desde que tiene uso de razón…
Ha tenido que venir un amigo mío, un cuasi-hermano, al que hace ya muchos años casi convencí para que probase un biplaza, a recordarme para qué volamos en realidad.
Por fin, muchos años después, decidió venir él y una cuasi-hermana suya, a probar suerte y realizar su particular sueño de volar, sentir en propias carnes esa disociación extraña que es despegar la sombra del cuerpo…
 

Y lo lograron. Ella por la mañana, con una térmica de regalo incluida, él por la tarde, en una restitución que permitió que el vuelo acabara en top-landing.

 
 
Entonces lo vi. Vi esa sonrisa nueva dibujada en sus caras, aprecié el nerviosismo que hay antes de despegar, cuando te enfrentas a lo desconocido y algo dentro de ti lo teme. Semblante serio, inexpresivo.

También sentí en mí mismo la ilusión de compartir con un cuasi-hermano algo muy especial. Mientras estaba en el aire, yo también flotaba un poco con él…

 

 
 
 Tan especial fue su momento, que en su blog ha escrito su propia visión de todo:

 http://abeblogabe.blogspot.com/2009/08/volar-la-version-de-abe.html

 
Y Yo…
 

“Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais. Ver los Pirineos por debajo, mas allá de Castejón… He visto reflejos de la luna en la oscuridad, volando de noche, cerca del despegue de La Muela… todos esos momentos se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia…”