Anoche me acosté suplicando a los dioses que el tiempo mejorara, que nos diese “¡ya!” una tregua para poder volar, que tengo ganas de llegar a un despegue seco y ver el viento encarado y perfecto para salir... En esa súplica me quedé dormido.
Y soñé.
De repente, me encontré en mi coche, parado cerca de un despegue. Hacía sol, cúmulos incipientes en un cielo azul indicaban buena actividad térmica, pajarillos revoloteaban jugetones por la ladera... me bajé del coche y me acerqué al despegue, al lado de la manga.
No lo podía creer, una brisa laminar constante y suave entraba perfectamente encarada... corriendo fui al maletero a por mi equipo.
Ni me fijé en un grupo que poco a poco se aproximaba.
Me puse, nervioso, a preparar todo.
Cuando me quise dar cuenta, estaba rodeado de esa gente que se había acercado caminando.
Uno de ellos, a modo de portavoz, me dijo: “Qué estás haciendo?”
Yo, aún afanado en quitar un lío en los suspentes, le respondí: “Prepararme para volar, que está ideal”.
“Lo sospechábamos... Bueno, nos invocaste y hemos venido. Somos los dioses del vuelo, encargados en concreto del vuelo en parapente”.
Dejé el lío de suspentes y me le quedé mirando, admirado.
“Me llamo Gelvenor”.
Silencio.
“Mira, te presentaré a todos: Este anciano que tienes aquí –le miró con respeto- es nuestro más antiguo antecesor. Se llama Porcher, Porcher Marine. Aunque por su forma de ser, lo llamamos cariñosamente con el mote de “Ripstop”.
Realmente, todos somos sucesores de él... todos le respetamos.
Aquí te presento a Skytex, su primogénto. Como puedes ver, tiene un cuerpo atlético y se conserva muy bien, aunque solemos bromear con él, sabemos que ha usado alguna vez técnicas antienvejecimiento (silicona...) mejor no te cuento...
El resto somos en mayor o menor medida descendientes de ellos, somos una buena prole... De hecho, yo mismo, Gelvenor, como buen dios que soy, tengo el don de llamarme de varias maneras según me aparezca a unos u otros. Por ejemplo, viendo tu equipo, me puedes llamar OzTech, si quieres. Aunque Skytex también hace que vueles.”
Me quedé mirando al grupo. Uno de ellos me deslumbraba un poco con su brillo.
“Aerofabrix, ponte a la sombra, que molestas al chaval” – dijo Gelvenor.
Gelvenor siguió hablando.
“Aquí puedes ver a otros familiares, unos primos carnales nuestros de figura estilizada... El señor Kevlar y su esposa Dyneema... rodeados de su prole: Technora, Liros, Spectra, Cousin, Edelrid. Cualquiera de ellos puede ser tu ayuda para que vueles, pero tranquilo, los genes son los genes y todos son igualmente veladores de tu bienestar...”
Yo no salía de mi asombro. Demasiada información de un solo golpe.
Solamente me atreví a decir: “¿Y a qué habéis venido, a protegerme en el vuelo que voy a darme?”
Gelvenor crujió levemente, recordando al sonido del papel al arrugarlo, y luego se estiró de pronto, con un golpe seco, que sonó parecido a un toallazo.
“Nosotros NO PROTEGEMOS. Solamente te otorgamos el don de volar. La protección es tu cabeza. Somos testigos mudos de lo que quieras hacer. Incluso, debido a imprudencias tuyas, o a que nos cuides mal, podemos en ocasiones salir malparados. La diferencia entre tú y nosotros es que nosotros somos infinitos, tú no. Si rompes un suspente de Dyneema por tu descuido, o si dejas que Skytex se vuelva poroso por tu dejadez, nosotros seremos los perjudicados, pero TÚ serás la víctima. Nosotros somos infinitos, saldremos de nuevo del lugar de donde habitamos (lo llamamos Polímeros) para reponer cualquier daño. Tú, pobre humano, impactarás en la tierra de donde te hicimos despegar...”
Les miré a todos. Los semblantes eran serios. No bromeaban.
Entonces, Dyneema habló, con voz un tanto aguda, pero firme.
“Llevas mucho tiempo sin volar... ¿Te has fijado en qué hora es?”
Miré mi reloj.
“Las dos y media” –dije-.
Gelvenor, entonces, con ojos penetrantes, me dijo:
“¿Crees que las condiciones son realmente aconsejables para que despegues así, después de tanto tiempo? Según has llegado, has visto la manga encarada y ni te has parado cinco minutos a ver sus ciclos. ¿No has visto que están entrando de cuando en cuando rachas turbulentas de más de 40? Llevas todo el invierno sin ni siquiera hacer campa. Si despegas ahora, con la actividad térmica que ya hay, ¿Sabrás estar con los reflejos a la altura de las condiciones? ¿Reaccionarás a tiempo si te intenta plegar? ¿Podrás apreciar que te metes en la fuga de la ladera antes de que te vayas al sotavento sin poder hacer nada?”
Todos me rodeaban haciendo un círculo. Todos me miraban en una mezcla de ternura y severidad.
Después de un par de minutos en silencio, me puse a recoger en coliflor el parapente.
“¿Qué haces?” Me preguntó OzTech (así podía llamar yo a Gelvenor).
“Recojo y me voy a hacer campa a la toma, que hay buen sitio allí. Me servirá para estar preparado para vuelos como éste...”
Todos me miraron, sonrientes...
...Y entonces, el despertador sonó, me desperté y pude oír de nuevo la lluvia en los cristales de mi alcoba...