La Comunidad Virtual de Parapente y Paramotor

Mi historia personal

por alma_al_cielo
3/9/2009
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Desde que era muy pequeño, siempre quise volar. Mi sueño era ser piloto de aviones, preferiblemente de caza o en su defecto comerciales. Para mi desgracia, pronto tuve problemas con mis oídos. A todo ello mis padres siempre me lo sacaban de la cabeza y además cuesta mucho dinero. Sin embargo, mi sueño no se podía coartar, siempre jugué con maquetas de aviones y con simuladores de vuelo de escasa complejidad.

 

Tenia catorce años cuando subí por primera vez a un avión comercial y ya me pareció un inicio muy tardío. Ni decir que disfruté como nunca. El acelerón del despegue, la sensación de ingravidez al despegar...y luego, la aproximación y la toma al aterrizar. Curiosamente siempre suelo errar el momento en que el avión tomará tierra.

 

Hace poco más de un año, una amiga mía me propuso saltar en paracaídas. La idea me resultaba atractiva y atrevida al mismo tiempo. Yo no me fío de que algo tenga que abrirse. Además, más adelante me enteré de que este deporte está desaconsejado para gente con problemas de oídos, seguramente por los bruscos cambios de presión. No negaré de que a pesar de todo, me llevé una pequeña desilusión pues en lo más profundo de mi quería saltar.

 

Sin embargo, y en parte como un reto personal, me decidí a buscar una alternativa para volar de una maldita vez. Tenia que haber alguna alternativa para poder volar. Me puse a pensar en sistemas similares al paracaídas y así fue como dí con el parapente. El parapente y el ala delta siempre han estado ahí, pero nunca les había prestado atención. De hecho del parapente casi ni me acordaba y del ala delta, algo por algún documental de aventura. Ya tenia entonces una alternativa y me puse a mirar empresas que ofrecieran saltos en parapente. Encontré unas pocas y fui descartando hasta quedarme con dos a elegir. Finalmente me decidí por la empresa “Entrenúvols” que opera en Àger.

Reuní un grupo de conocidos y me fui a saltar en biplaza. Todavía recuerdo llegar con el coche a Àger y ver algunos parapentistas volando tan alto que apenas podía ver sus cuerpos. Pensé: “Dios la que he liado” “¿y yo voy a tener que estar allá arriba?”, “bueno al fin y al cabo, lo has organizado tú, así que ahora no te puedes rajar”. Al llegar a la masía “Cal Maciarol” nos encontramos con el grupo de monitores. Estos me parecían más una pandilla de una pandilla de surferos locos que monitores. Sin embargo, más tarde en el despegue mostraron su profesionalidad. Tras las debidas presentaciones para la furgo hacia el despegue. Menudo acojone, yo y mis compañeros nos mirábamos acojonados, mientras los monitores comentaban las jugadas de días anteriores como si fuera lo más normal del mundo. Al llegar al despegue, ver el ambientazo que había (montones de alas delta preparadas, varias mochilas de parapentistas) y que no había ningún precipicio, si no una suave pendiente me relaje. Además los monitores se pusieron a esperar a que se dieran las condiciones idóneas. Luego, casi de repente, nos avisaron de que estaba bueno y nos llamaron para ponernos los arneses. Recuerdo que una vez con el arnés puesto me invadió una mezcla de miedo y fascinación. Me sentí encerrado, aprisionado en el arnés y sin posibilidad de dar marcha atrás. Antes, sin el arnés todo parecía más lejano. Sin embargo, tuve el privilegio de poder volar con Jordi Marquillas quien me dio las instrucciones para el despegue y que yo seguí escrupulosamente, no fuera caso que tuviéramos algún problema. Recuerdo que me chocó que yo estaba encarado hacia el viento, y el estaba pegado a mi costado mirando hacia atrás ¿qué debía estar haciendo?. Evidentemente prepararse para despegar en reversa. De repente, noté un fuerte tirón hacia atrás como si fuera aspirado por la resaca de una ola, mantuve el equilibrio lo mejor que pude y tras una orden de Jordi me puse a correr. Sin embargo, solo me dio tiempo a par unos escasos cuatro pasos y ya estaba flotando en el aire. ¡¡Qué placer!! ¡¡Qué paz!! ¡¡Qué tranquilidad!! Iba literalmente colgado del arnés y Jordi me dijo que me sentara pero no hubo manera. Fui todo el vuelo colgado y cada vez más aferrado a las bandas al ver que íbamos ganando altura. Jordi se puso a rascar ladera tan cerca que me parecía que podía tocar la pared. Y acabamos sobrevolando el despegue a una altura tremenda. La gente del despegue se convirtieron en meras hormigas. Era impresionante. El me preguntaba “qué tal” yo, durante los primeros instantes no podía articular palabra, estaba extasiado. Tanto era así que Jordi se empezó a preocupar. Mi sueño hecho realidad. Fue maravilloso, Luego, poco a poco pude ir recuperando el habla y le expliqué mi historia a Jordi. Recuerdo que en un momento dado, Jordi me dijo “agafat fort”, así lo hice y al poco, noté un tirón hacia arriba. Estábamos entrando en una fuerte térmica mientras el vario pitaba como un loco. Recuerdo que su pitido me tenia intrigado. “¿Qué será ese pitido tan pesado?” ahora me sabría a gloria. Jordi me explicó qué era y para qué servía. Luego, tras un rato volando Jordi me preguntó si quería algunas “virolles”. Yo me asusté un poco, iba colgado como un chorizo a bastante altura y encima esto iba a ser un “Dragon Khan”. En un primer instante y dado que no soy amigo de las emociones fuertes, pensé en decirle que no. Sin embargo, al instante siguiente pensé: “bueno, pero...¿que hay de malo en probarlo?, después, cuando hayas aterrizado igual estarás deseando haberlo probado y solo tienes una oportunidad”. Así que le dije a Jordi que vale pero que empezara con algo suave y fuera subiendo hasta que yo le avisara de que ya no podía más. Jordi empezó a cabecear y alabear primero suavemente y luego más acusadamente. Menudo acojone. Grité pues llegué a estar horizontalmente al suelo, tanto boca arriba como boca abajo. Luego nos metió en una buena barrena plana. “Vale, vale” le dije asustado e impresionado al mismo tiempo. Yo pensaba que el arnés se iba a romper y me iba a meter el ostión del siglo, pero no. Finalmente aterrizamos suavemente. Se me quedó una cara de satisfacción inigualable. Me gustó tanto la experiencia que decidí repetir con más gente un mes más tarde.

 

Por supuesto mi familia no sabia nada de mi salto.