Hoy voy a contaros una historia que para nada quiero vestir de tintes trágicos, sino todo lo contrario, esperanzadores.
Hace años fui diagnosticado de Hepatitis C, un tipo de hepatitis que se queda a vivir contigo en silencio, sin ningún síntoma ni molestia, y que en unos 30 años de media, acaba dando la cara en forma de cirrosis... acabas con el hígado hecho paté, que si fumas porros, te sale a las finas hierbas...
Bueno, como no quiero ser parte de la estadística de los de Apis o de La Piara, decidí ponerme en tratamiento antes de llevar las cosas mas lejos.
Ahí aparece una segunda parte... resulta que el tratamiento tiene unos efectos secundarios de órdago, y encima tengo un bicho resistente a él.
Básicamente, el tratamiento consiste en un montón de pastillas combinadas con una inyección los viernes. A los tres meses de tratamiento, te hacen una prueba de virus, si te los vas cargando se sigue con ello hasta completar un año, y si no has reaccionado, se suspende el tratamiento. Hay un 40% de éxito.
Llevo un mes de tratamiento.
Bueno, pues hasta ahí, bien. Pero los efectos secundarios...
Son un compendio. Hay uno muy común (que todavía no me ha dado), que consiste en una especie de gripe: Dolor articular, fiebre, malestar, náuseas...
Otro que aparece (y creo que ese sí que lo llevo) es una anemia. No tienes fuerzas para nada, estás cansado eternamente...
Os podría aburrir con el resto de cosas que van apareciendo o que pueden aparecer, pero no es el caso. Bueno, una cosa que también es común es una depresión, que puede en algunos casos llevar a ser agresivo o suicida... espero que me dé por lo primero, al menos es mas divertido y se puede repetir...
Todo esto depende de cada uno, a algunos tienen que quitarles el tratamiento porque su cuerpo no resiste, otros lo llevan mejor...
Todo este rollo lastimero es para transmitiros que hay algo que me mantiene en pie... las ganas de volar. (y mi mujer, pero eso es otra historia...)
El pinchazo de los viernes prácticamente garantiza un fin de semana en cama, hecho polvo... pues yo vivo toda la semana con la ilusión de ir los sábados a volar.
Miro todos los días las nubes, veo pasar los frentes, me imagino los vuelazos que habrá en las laderas orientadas que conozco... Miro el youtube, paseo por los foros, disfruto viendo a los buitres, me quedo embobado con los revoloteos de los pajarillos que ya barruntan la primavera y empiezan a aparecer...
Poco a poco mis fuerzas me abandonan.
El sábado pasado llegué a duras penas a estar entero después de comer; me encontraba como una marioneta sin hilos. Pero volé por la mañana.
Esta semana no va muy fina que digamos... cada vez estoy más y más lento, y ya no sé yo cómo me va a sentar el banderillazo del viernes... pero el sábado hay que intentar volar... y si no se puede, que sea por el viento, que parece que viene un poco pasado para ese día...
Si por alguna casualidad tú que me estás leyendo tienes una enfermedad larga, o algo que te preocupa y que no te deja salir del pozo en el que te encuentras, VUELA. Y cuando no puedas, recuerda tu vuelo especial. Ese que te dejó pensativo durante días. Ese que te dejó una sonrisa peculiar e incomprensible para todos. Y entonces, ten la certeza de que lo que estás haciendo es prepararte para repetirlo. De una u otra forma, si realmente quieres, vas a volar, y vas a estar bien para ello.
Y ese día, tendrás una sonrisa peculiar e incomprensible para todos.
Peculiar... incomprensible.